Las nuevas tecnologías forman parte cada vez más de nuestra vida cotidiana y de la de nuestros menores, tanto como herramientas que nos facilitan la comunicación y el acceso a la información, como por sus múltiples y variadas vertientes relacionadas con el ocio y la ocupación del tiempo libre.
Móviles, tabletas, Internet, uso de redes sociales… nuestra vida es cada vez más dependiente de las nuevas tecnologías. ¿Alguna vez nos hemos parado a observar cuanto tiempo pasamos cada día utilizándolas? ¿Somos capaces de hacer un uso racional de ellas? ¿Dónde está la frontera entre usar las nuevas tecnologías y ser dependiente? La línea la delimita el uso, la frecuencia, la intensidad, la cantidad de tiempo y dinero invertido y, sobre todo, el grado de interferencias que estas suponen en las relaciones familiares, sociales y laborales de las personas.
A la hora de educar a los hijos en algo tan importante y omnipresente como las nuevas tecnologías, debemos tener en cuenta que ellos aprenden de lo que nosotros hacemos. Es difícil pedir a un adolescente que regule su uso del móvil cuando a nosotros nos resulta muy difícil despegamos de él: la educación empieza con el ejemplo.
Tenemos que aprender a tener nuestras máquinas a nuestro servicio y no al revés. El autoconocimiento, la gestión de nuestras capacidades y la formación sobre el uso racional de las nuevas tecnologías es esencial para poder utilizarlas como una herramienta más de ayuda y evitar así posibles trastornos y abusos, consiguiendo además, una vida productiva y saludable.